lunes, 4 de julio de 2011

Cuando los estudiantes matan… (2002)

Por Oscar Picardo Joao                                        opicardo@uoc.edu

Con extrañeza y desconcierto la sociedad se rasga las vestiduras ante los lamentables sucesos criminales generados por adolescentes en entornos educativos; efectivamente, los humanos somos los únicos especimenes en la escala filogenética que hacemos de la violencia en un fin en sí mismo, sin embargo cada vez más niños y adolescentes son los protagonistas de un tipo de violencia “reservada” para adultos, válgame la ironía.
En los cuatro últimos años hemos sido testigos de una considerable y preocupante cantidad de tiroteos y matanzas en las escuelas norteamericanas de: Mount Morris, Michigan; Springfield, Oregon; Jonesboro, Arkansas; Edimboro, Pittsburg; West Paducah, Kentucky; Littleton, Colorado; Santana, California; Williamsport, Pennsylvania; Virginia Tech. A pesar de las sustantivas diferencias de los móviles criminales en los casos estadounidenses, podemos decir con certeza que la problemática que vivimos en El Salvador no es un fenómeno exclusivo y nuevo de nuestra sociedad.
Un estudio reciente publicado en el "Journal of the American Medical Association" (JAMA) reveló, el año pasado, que los filmes y dibujos animados poseen contenidos más brutales que en épocas anteriores y exponen a los pequeños a una "significativa carga de violencia". Debido a esa situación, un equipo de la Harvard School of Public Health recomendó a la Motion Picture Association of America que reflexione acerca de la posibilidad de incluir más advertencias sobre los contenidos de esos filmes en la clasificación habitual de apta para todas las edades.
Pero más allá de esta hipótesis vinculada al mundo del entretenimiento, existen otros factores etiológicos asociados a “nuestra” criminología infantil y juvenil: 1) la desintegración familiar vinculada a los procesos migratorios y a la inestabilidad formal de la familia misma, obliga a niños y jóvenes a buscar otros grupos sociales en donde se sientan aceptados e integrados (léase las Maras o Tormentas Tóxicas); 2) la pobreza y la exclusión social, fenómenos que generan entornos más hostiles pautados por una arquitectura de escasa educación, múltiples necesidades y contrastes en una sociedad hiperconsumista; 3) la violencia misma como entretenimiento y como catarsis, es otro factor operante; si no hay acceso a deportes o a formas de recreación física que permitan cristalizar emociones fuertes, se buscan y crean espacios de violencia; 4)  los modelos distorsionados; es de suponer que todo niño o joven asume modelos, de los cuales, miméticamente capta valores y creencias y los reduplica en su vida; en efecto, cuando estos modelos no son los padres y madres, ni los maestros u otros referentes éticos, son sustituidos por los nuevos héroes que retan a la sociedad: Marylin Mason, The Rock , El Directo, etc.; 5) la crisis institucional; si todas las semanas en los noticieros aparecen las grandes instituciones sociales vinculadas a la corrupción, al fraude, al delito y a la mentira (Diputados, Políticos, Policías, Maestros, Curas y Pastores) ¿qué mensaje damos a los niños y jóvenes?.
Las estrategias que se plantean para minimizar la violencia -el Uniforme Único o el asignar policías a cada instituto nacional- son acciones periféricas de forma y no de fondo, y aunque pueden minimizar los riesgos, es imperioso abordar los problemas en sus verdaderas raíces: consolidando la familia, minimizando la pobreza, generando nuevos espacios recreativos y catárticos, ser mejores ciudadanos y sobre todo reconvirtiendo la institucionalidad en espacios éticos.

¿Por qué matan…?

            César Lombroso, médico italiano, en 1876 publicó un libro titulado “El hombre delincuente” en donde recopiló datos análogos y elaboró una taxonomía de rasgos antropológicos (18 características) para explicar la conducta delictiva bajo tres categorías: El criminal nato, delincuentes dementes y criminaloides; más tarde el Alemán Erns Kretschmer, en 1955, mejoró la taxonomía en base al análisis de más de cuatro mil casos criminales, estableciendo nueva categorías (Leptosómico, Atlético, Pícnico y Mixto). A partir de estos datos -en los años ochenta- el psiquiatra James Brussel trabajó sobre las conductas de asesinos seriales y elaboró perfiles psicológicos más descriptivos, los cuales fueron retomados por expertos criminólogos (Ressler, Burgess, Hartman, McCann, Turvey, Hazelwood, entre otros), alguno de estos perfiles son utilizados actualmente por el Federal Boureau of Investigation (FBI).
La alta tasa de homicidios que vivimos en la actualidad tiene a la base diversas causas que deben analizarse y discutirse, para buscar su urgente disminución; sin lugar a dudas, existe toda una teoría de factores determinantes e influyentes en los clásicos conceptos de “criminal personality profiling”, pero también hay otras razones más obvias...
1.- Ineficacia de la inteligencia policial y de los aparatos investigativos judiciales de la Fiscalía: La mayoría de asesinos, sicarios y criminales cometen homicidios por que saben que difícilmente podrán ser capturados, ya que los organismos policiales e investigadores no cuentan con los recursos científicos para analizar las evidencias (a pesar que siempre dejan evidencias en el escenario del crimen!!!, huellas, casquillos, etc.).
2.- Descontrol armamentístico: Existe un verdadero descontrol armamentístico en el país, el cual parte desde la comercialización irrestricta, pasando por la falta de estadísticas, hasta el manejo simplista para registrar y portar armas sin razones justificadas (sean estas de índole deportivo, seguridad, etc.).
3.- Sistema judicial vulnerable: El sistema de justicia ha sido catalogado como ineficiente y corrupto por diversos informes internacionales; y esto va desde el mal manejo del traslado de reos, la protección a testigos hasta la jurisprudencia mal aplicada y sin asertividad ni discernimiento (llevando a muchos a tomar la justicia por sus manos).
4.- Sistema penitenciario: El sistema penitenciario actual es un espacio anárquico y de holgazanería para ampliar los conocimientos, habilidades y destrezas criminalísticas, lejos de ser un sistema de re-educación ciudadana, es para muchos criminales y mareros un reto que aporta rango en su historial criminal (esto me lo comentaban unos jóvenes mareros en un proceso de rehabilitación).
5.- Desvalorización de la vida y resolución violenta de los conflictos: Sin lugar a dudas el conflicto armado de doce años ha dejado secuelas y cicatrices sociales, dos de ellas son la desvalorización de la vida y el acostumbrarnos a lo cotidiano de la muerte, y la resolución violenta de los conflictos que excluye la tolerancia, el diálogo y la negociación (a menor escala esta violencia se ve día a día en el tráfico).
6.- Asuntos antropológicos y religiosos: Unido a lo anterior, existen valores y creencias que han fraguado una moral y ética simplistas; el homicida tiene a la base un patrón machista y violento, mientras que los familiares de las víctimas se resignan y refugian en la providencia: Dios lo quiso así o lo permitió...
7.- Pobreza y exclusión social: A la base de las seis tesis anteriores hay un escenario circunstancial y un imaginario de pobreza y exclusión que permite,  posibilita y faculta culturalmente al homicida, y diversas razones asociadas a: hacinamiento, aspectos económicos, sexuales, alcoholismo, drogadicción, entre otras, abonan para crear condiciones propicias para el asesinato. ¿Qué haremos?, o ¿por dónde empezamos?, el Plan Súper Mano Dura por sí solo no responde a estas siete tesis.

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