jueves, 30 de junio de 2011

(en la Escuela…) Entrenan, entrenan, pero no juegan

Por Oscar Picardo Joao                                                                opicardo@uoc.edu

            Conversando con la especialista en educación de la Universidad de Harvard Elizabeth Imende, sobre los grandes problemas de calidad de nuestro sistema educativo, me propuso una metáfora muy apropiada: “Lo que ocurre en las clases es como un equipo de fútbol que entrena, entrena pero nunca juega el partido y esto frustra a los alumnos”; efectivamente, se enseña y aprende sobre la base de supuestos teóricos (libros de texto) y no sobre problemas de la vida real, lo que hace poco significativo y poco relevante el aprendizaje, inclusive se llega a niveles de frustración elevados.
            Pero más allá de la metáfora, la especialista también comentó que percibe serios problemas en lo que ella llama  classroom management (administración de la clase);  al respecto ella anota diez causas a la base de este problema: 1) El profesor no tiene liderazgo ni una presencia de autoridad en su clase;  2) Trabajo inapropiado (el trabajo es muy difícil, muy fácil o no es adecuado al estilo de aprendizaje del alumno); 3) Instrucción aburrida (el profesor no tiene la experiencia, estrategias o personalidad para enseñar de manera dinámica); 4) Instrucción confusa (el profesor no es claro sobre lo que los estudiantes deben estar haciendo); 5) Expectativas y consecuencias no claras; 6) Alumnos se sienten sin poder (no se les dan las oportunidades para interactuar con o influir en el curriculum; 7) Causas físicas ( por ejemplo, un estudiante con mala visión y no puede ver lo que el profesor escribe en la pizarra o un alumno con audición deficiente); 8) Ignorancia acerca de cómo se espera que se comporten (el profesor no ha explicado a los estudiantes las reglas del aula); 9) Choque de valores (a los alumnos se les permite comportarse de una manera en su casa, pero esto entra en conflicto con la conducta que se espera de ellos en el colegio); y 10) Problemas emocionales / psicológicos.
            Una tercer aporte importante de la profesora Imende es su visión de curriculum, con mucha certeza ella lo “personaliza” del siguiente modo: “El currículo debe ser un consejero y no un dictador”; esta aseveración exige un amplio margen de creatividad e innovación en el uso responsable del currículo, pero ante todo su uso, ya que muchos docentes, no sólo, no lo utilizan sino que ni siquiera lo conocen.
            De esta trilogía de consejos académicos llegamos a tres grandes conclusiones: Primero, el protagonismo constructivista de los estudiantes debe emerger sobre la base de situaciones reales de aprendizaje apoyadas por el docente como mediador; cuando a un estudiante no se le pueden dar razones de porqué está aprendiendo algo mejor no enseñarlo, es decir cada docente debe estar preparado para justificar el aprendizaje desde circunstancias reales (léase competencias); y sobre todo, las diversas teorías de Matemáticas, Lenguaje, Sociales y Naturales deben estar asociadas a la vida real (el partido) y no a un escenario hipotético (el entreno). Segundo, además de la relevancia, el docente debe administrar muy bien el tiempo y el entorno, y no dejar que éstos lo desborden; para ello el docente deberá planificar muy bien lo que sucederá en el tiempo de aprendizaje. Tercero, esta anterior administración –sobre la base curricular- deberá contar con una cuota de creatividad e innovación, guiada por el currículum e interpretada magistralmente por el docente y sus estudiantes en el aula.
            Por estos caminos podría avanzar la reforma educativa, por la transformación del quehacer educativo cotidiano; no basta el equipamiento, la infraestructura, y sólo queda pendiente en estas líneas una apuesta total del Estado y de las instituciones para dignificar la situación docente actual, por que lo anterior no se puede hacer sin motivación e incentivos.    

Natación y Educación... (conversaciones pedagógicas fuera del aula)

Por Oscar Picardo Joao                                                                opicardo@uoc.edu

            Por aquellas casualidades insólitas de la vida, la semana pasada tuve la oportunidad de conocer en persona a uno de los intelectuales más prestigiosos de la educación Latinoamericana: Don Ernesto Schiefelbein, de quien había leído varios libros y artículos; el fortuito encuentro, pautado circunstancialmente por dos eventos educativos aislados (el III Congreso Pedagógico de Alfa y FEPADE, y una actividad del proyecto Excell de USAID) se llevó a cabo en un hotel capitalino, mediado por una amiga en común: Kristin Rosekrans, Encargada del Área de Educación de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional.
            Al final del día, luego de las intensas agendas de trabajo, configuramos una peculiar mesa coloquial con Pilar Baptista (de México), Norberto Boggino (de Argentina), Kristin, Ernesto y este servidor; mientras tomábamos un café, los temas obligados que hilvanaban la reunión eran obvios: educación, experiencias pedagógicas, sistemas educativos, políticas educativas, entre otros; Ernesto Schiefelbein (Ex Ministro de Educación de Chile, Ex Rector, investigador, intelectual y próximo profesor de Harvard) con una sencillez y profundidad envidiables, bosquejó una serie de preguntas y comentarios que nos dejó a todos pensativos: ¿la palabra educa...?, ¿el currículo educa...?, ¿la escuela educa...? (...) ¿educan o instruyen? (serán preguntas respondidas en su próximo libro: Diez Preguntas Pedagógicas).
            En el devenir del diálogo, Ernesto nos llevó al fascinante Japón tras una experiencia de visita que realizó, y nos comentó que los maestros de este país, en sus vacaciones a medio año (dos meses) dedican un mes –cada maestro- a enseñar a nadar a sus estudiantes, lo cual le llamó la atención y se preguntó ¿porqué enseñar a nadar...?, la respuesta es metafórica y múltiple: 1.- Para que los maestros –cada año- recuerden que significa enseñar y qué significa aprender; 2.- En las clases de natación nadie puede aprender por el alumno; 3.- En las clases de natación está bien definido quién aprende y cómo aprende, y quién enseña y cómo enseña; 4.- Si no aprendes te hundes... (cuestión de supervivencia); 5.- Nadie te puede dar copia para la evaluación, o nadas o te ahogas, o sabes o no sabes; 6.- El rol del maestro es esencial, en cuanto a indicaciones y técnicas, pero quien está nadando o aprendiendo a nadar es el alumno (muy constructivista!!!). Curiosamente esta actividad de la natación en Japón se realiza cada año, para evitar que los maestros caigan en rutinas y para refrescar o re-posicionar quien es quién en el aula.
            Este imaginativo y peculiar caso japonés sitúa con propiedad el rol, el espacio y la responsabilidad pedagógica de cada uno de los protagonistas del quehacer educativo, y a su vez permite pre-figurar una de las facetas del discurso constructivista: el aprendizaje centrado en el alumno (del cual mucho hablamos y poco aplicamos); en efecto, el maestro –dentro o fuera de la piscina- está observando y dando indicaciones, y el alumno está ejercitando los estilos y experimentando su aprendizaje en un escenario real. Al respecto, recuerdo una frase memorable de una consultora de Harvard que nos visitó recientemente, Elizabeth Imende, quien luego de visitar varias aulas concluyó: “cada aula es como un equipo de fútbol, que entrena, y entrena, pero nunca juega un partido, y esto genera frustración, ya que los conocimientos deben aplicarse a la vida real o en casos muy semejantes a lo real”. Con la alegoría de la natación: no puedes aprender en un simulador, ni asistido por computadora, aprendes en el agua superando los temores, y logrando las metas propuestas. Ojalá los maestros y maestras salvadoreñas, algún día, establezcan la analogía entre su clase regular académica y la natación, y puedan comparar y sus alumnos están a flote, de están hundiéndose o definitivamente ahogados.   

Educrata

Por Oscar Picardo Joao                                                    opicardo@iseade.edu.sv

            “Educrata”: dícese de aquella persona que cree en un sistema político basado en la educación, o bien, quien sostiene que las correlaciones de poder se sustentan sobre premisas educativas.
            Esta definición no existe, se trata de un neologismo que intenta yuxtaponer la lógica de lo político con el metafórico mundo educativo; la reconocida investigadora educativa argentina Cecilia Braslavsky citando a Brunner y Sunkel (1993) definió a los “analistas simbólicos” como sujetos que producen, usan y aplican conocimientos para resolver problemas educativos e impactar en el devenir de las naciones; estos analistas se diferencian de los funcionarios tradicionales por su conciencia acerca de la relación entre conocimiento y poder, y por su convicción para el ejercicio efectivo del poder, con distanciamiento crítico, horizontalización de la toma de decisiones y mentalidad progresista. Digamos entonces que un educrata es un analista simbólico o viceversa.
            Como quiera que sea, –analista simbólico o educrata- es importante reconocer que la educación ha sido y sigue siendo la solución para el desarrollo; en gran medida, los países emergentes exitosos –Japón, Irlanda, Israel, Tigres asiáticos, etc.- poseen una historia en común hilvanada por los siguientes ejes: plan educativo de largo plazo, plan de Estado con prioridades focalizadas y alto nivel de consenso social entre los principales actores sobre lo anterior.
            Más o menos tratados comerciales, más o menos modelos económicos, más o menos ideologías son temas de segundo nivel; lo importante son los indicadores educativos, la calidad de recursos humanos y el avance del desarrollo científico y tecnológico. ¿Es posible esto en El Salvador?, obviamente sí, rotundamente sí, indelegablemente sí.
            Necesitamos presidentes, ministros y funcionarios educratas, que diseñen una agenda política, social y económica centrada en la educación, para cambiar verdaderamente el rumbo del país hacia un horizonte de posibilidades científicamente relevantes; y esto nos remite a los parámetros de verdad, objetividad y sustentabilidad, lo que a su vez nos jalona hacia un modelo centrado en la persona y en su medioambiente.
            El educrata observa y analiza los cambios macroeconómicos desde el análisis costo-efectividad e impacto de la educación media y superior en los mercados; procura el crecimiento económico sobre la base de patentes, sobre la atracción de inversión extranjera de alto nivel tecnológico, sobre la relación universidad-empresa y sobre la exportación de productos más inteligentes. Valora con econometría cuánto le cuesta al país un niño o un joven sin educación, y si vale la pena invertir más en las escuelas o en maquilas.
            El educrata diseña su agenda de relaciones internacionales y diplomáticas sobre la base de beneficios e intercambio académico y científico; repatriando a los cerebros fugados y abriendo oportunidades para los jóvenes talentos en el exterior. Buscando becas y visitas de científicos, más que acuerdos protocolarios para la foto.
            El educrata dialoga con sus colegas, atiende y escucha a los políticos, sensibiliza al empresario y busca el equilibrio entre la oferta estatal y las necesidades sociales, haciendo decisiones concretas y eficientes que demuestren que con la educación todos ganamos. Cree, además, en la meritocracia, en la superación y en la capacidad de cada ser humano para que se forme como ciudadano, artesano, técnico, profesional o científico, evitando que la vida o el mercado lo arrastre sin sentido al garete.
            Finalmente, sin ingenuidad, el educrata reconoce que hay un mundo agropecuario, comercial, industrial, y de servicios, y que existen estigmas de violencia, desempleo, marginación y migración, entre otros hoyos negros de miseria humana; que todo se da en un marco cultural de creencias, valores y costumbres, pero todas las oportunidades, debilidades y amenazas tienen como punto de inflexión, transformación y mejora en la educación.

Sospecha pedagógica… (parte I)

Por Oscar Picardo Joao                                                    opicardo@iseade.edu.sv

            La revolución constructivista impulsada por las corrientes psicologías de Lev Vygotsky y Jean Piaget, sostiene que el aprendizaje se forma construyendo “nuestros propios conocimientos desde nuestras propias experiencias”; este principio programático fundamental paulatinamente generó dos desplazamientos: a) el rol del maestro; y b) el rol de la memoria en el proceso de enseñanza aprendizaje; en efecto, las corrientes constructivistas se centraron en gran medida en la autonomía estudiante, quién debe o puede decidir cómo integrar mejor sus experiencias para aprender, excluyendo así los métodos bancarios.
            El constructivismo ingresó a finales de los 80 a casi todos los sistemas educativos y a sus respectivas reformas como una verdadera “moda”; todo el mundo comenzó a autodefinirse pedagógicamente como constructivista, y por si fuera poco otras teorías y factores ingresaron en el espectro educativo: Internet, la inteligencia emocional y las inteligencias múltiples (Howard Gardner). Así, cada maestro, medio se enteró de estas innovaciones en alguna capacitación y comenzaron a generar grupos de trabajo en el aula, desterrando los métodos lancasterianos, mandando a todos los estudiantes a investigar en la web y jugando un rol más cómodo de “mediador o facilitador de los aprendizajes”.
            Recordando el pasado, me doy cuenta que antes los maestros y maestras eran más rígidos y simples en sus métodos, nos hacían memorizar muchas cosas, trabajaban mucho la disciplina en el aula, se le respetaba, nos hacían leer más libros, era todo –según el constructivismo- anti-pedagógico; pero en conclusión creo que se aprendía mucho más que hoy… Inclusive no se utilizaba Ritalina ni existían tantos casos de hiperactividad y déficit atencional (eran maestros más capaces).
            Es posible que el constructivismo no se haya asimilado lo suficiente; es más posible aún, que se satanizaron todos los métodos de antaño, pero no fueron sustituidos en plenitud debido a la crítica situación de la formación docente. A propósito, con los antiguos métodos también emigraron las “Escuelas Normales” y en su lugar aparecieron “universidades de garaje”, y de esto pagaremos las consecuencias por unos veinte o treinta años…
            Los científicos de la educación contemporáneos de los países desarrollados (OCDE) y los grandes gurús educativos de los organismos financieros internacionales que diseñan e impulsan las nuevas tendencias y modelos pedagógicos difícilmente conocen la vivencia prolongada del ser magisterial de los países en vías de desarrollo; la importación mimética de medidas y “enlatados” sociales no funciona del mismo modo en todos los países; es de imaginar, por ejemplo, que la Universidad de Columbia forma a maestros de alto nivel, pero sustituir, en nuestro caso, a la Escuela Normal Alberto Masferrer por algunas de las mercantiles “universidades” que fueron cerradas a finales de los 90 y que formaron una considerable cantidad de peligrosos maestros, no hace para nada válida la hipótesis que se forman mejor los maestros en la universidad que en las normales (depende de qué entendemos por universidad).
            Tengo la leve sospecha -por razones de trabajo educativo, pero sobre todo por experiencias como estudiante y como docente en transición (fui alumno de una época, y docente de otra)- que la calidad educativa en nuestro medio está en un proceso de entropía, y por más que se busque en el presente ya no se encuentran atisbos de esas grandes luces que transformaron la historia hasta mediados de los años cincuenta; hoy, abundan tecnócratas, hacedores fáciles de dinero, fanáticos, corruptos, extorsionistas, estafadores, ciudadanos estresados, despreciadores de la cultura y el arte, entre otros especimenes. ¿Tiene algo que ver la escuela contemporánea con todo esto?, difícil pregunta intangible, ya que los errores educativos no son como los médicos; como quiera que sea –y a tiempo- comienzo con mis sospechas pedagógicas.                  

Sospecha pedagógica (parte II)

Por Oscar Picardo Joao                                                    opicardo@iseade.edu.sv

En el escenario educativo contemporáneo coexisten al menos dos importantes modelos educativos: el Conductista-cognitivo (la persona es una maquina que aprende y posee conductas observables y medibles); y el Constructivista-ambientalista (las personas construyen sus aprendizajes desde la experiencia y la interacción con el entorno). Cualquiera de los modelos expuestos parten de un principio sustantivo: el individuo no es la única variable que interviene en su aprendizaje, sino que a la base se debe tomar en cuenta su historia personal y su época, su clase social, las herramientas con las que cuenta, su familia, y el rol del maestro. En la práctica muchos docentes e instituciones educativas funcionan como conductistas, no obstante a nivel discursivo se hacen llamar constructivistas …
El paradigma socio-cultural-educativo (Lev Vigotsky, 1920) define con claridad que el desarrollo y aprendizaje de las personas no es independiente o aislado del dinamismo sociocultural en el cual está enclavado el sujeto, es decir su historia, sociedad, costumbres, creencias y valores determinan cómo aprende y qué aprende, creándose así una zona de desarrollo próximo, definida por el propio Vigotsky como: “la distancia entre el nivel real de desarrollo determinada por la capacidad de resolver independientemente un problema y el nivel de desarrollo potencial, determinado a través de la resolución de un problema bajo la guía de un maestro o en colaboración de un compañero más capaz”, dicho de otro modo aprender: es resolver problemas en base a la interacción social.
A la base del modelo es necesario establecer una plataforma “Epistemológica”, es decir una teoría que intente explicar cuál es la naturaleza del conocimiento humano, cuáles son sus caminos psicopedagógicos, y que lugar ocupan cada uno de los componentes esenciales –humanos, didácticos y pedagógicos-.
Desde la perspectiva constructivista, el supuesto epistemológico parte del siguiente principio: los sujetos aprenden en la medida que “re-construyen” saberes por imitación, por interacción, por diálogo, por búsqueda, etc. (el conocimiento previo es punto de partida del conocimiento nuevo), y el docente juega un rol determinante en la articulación de todas estas piezas como guía, como maestro, como amigo, como administrador de espacios y recursos, como autoridad, como mediador o como referencia. De esta premisa básica deducimos lo siguiente: 1.- el ambiente de aprendizaje es fundamental; 2.- El currículo debe ser abierto y flexible; 3.- los objetivos de aprendizaje deben tener un significado relevante y apegado a la vida real; 4.- la evaluación debe medir y “valuar” –cuantitativa y cualitativa-; 5.- el alumno deber ser considerado como un sujeto de interacciones sociales protagonista y co-responsable de sus aprendizajes; 6.- el docente mientras enseña está en un proceso de aprendizaje (P. Freire) no es un simple “agente cultural” y debe poseer el bagaje cultural, científico y pedagógico propio de su rol, -guiado por sus jefes con más creatividad que burocracia-; 7.- las metodologías de trabajo deben ser participativas y dinámicas, “pero” respaldadas con rigor pedagógico-científico.
El aprendizaje no es un asunto metodológico de transmitir y acumular conocimientos, se trata de un proceso activo y complejo de selección, organización e integración de información, preguntar, leer, observar, interrogar, relacionar, etc., y sobre todo de dar “significado” a los contenidos curriculares o programáticos. Aprender supone dar sentido a los “conflictos cognitivos” (dudas, interrogantes, desequilibrios, dilemas).
La incapacidad pedagógica, técnica, científica, cultural y formativa de muchos docentes (junto al descuido familiar) han posibilitado la excesiva emergencia de la amplia gama de déficit atencionales, hiperactividad y uso exacerbado de Ritalina –en los colegios élites- y reprobación, deserción y apatía –en las escuelas públicas-. ¿Habrá conciencia en nuestro medio educativo sobre los problemas  vinculados al modelo pedagógico y/o epistemológico?

Sospecha Pedagógica III

Por Oscar Picardo Joao                                                       opicardo@iseade.edu.sv

            Conversando de pedagogía con el Dr. Daniele Vidoni -especialista del Instituto Italiano de Evaluación (INVALSI)-,  concretamente sobre resultados de pruebas internacionales estandarizadas (TIMSS, PIRLS, PISA, LLECE-UNESCO) llegamos a una conclusión sobre las mayores debilidades de los sistemas educativos; se trata de un tema fundamental asociado a problemas curriculares, metodológicos y pedagógicos.
            El Constructivismo –de Piaget, Vygotsky y Ausubel- ingresó a las aulas de manera intempestuosa; los docentes –y los formadores de docentes- que poco conocían los fundamentos psicopedagógicos de esta nueva corriente,  en dónde el estudiante debería ser el actor protagónico de sus aprendizajes y el docente un mediador, erradicaron los métodos memorísticos y comenzaron a ensayar esta nueva teoría con trabajos grupales y dinámicos. Con breves jornadas de capacitación –no mayores a una semana- y alguna lectura complementaria se inyectó a todo el sistema educativo esta nueva moda que recorría todos los sistemas educativos.
            A juicio de Vidoni, se comenzaron a “construir los aprendizajes sin una buena base”, y como en toda construcción cuando las bases son débiles las estructuras superiores comienzan a fallar. Esto puede significar que el constructivismo tiene un momento oportuno en el desarrollo de los sujetos, y además, requiere ciertas bases o puntos de partida.
            Si  la primera escuela y los primeros maestros (as) son los padres y madres de familia, que generalmente conocen poco de teorías pedagógicas, ¿cómo hilvanar esta importante experiencia de aprendizaje inicial basada en la memoria, premios y castigos dirigidos desde una autoridad externa, con un sistema escolar que de entrada le delega la responsabilidad al sujeto discente?.
            Es muy posible que la “asimilación” y “acomodación” como principio dialéctico, así como los estadios del desarrollo cognitivo (Piaget) y la “internalización” en los procesos psicológicos elementales y superiores o zonas de desarrollo próximo (Vygotsky), tengan que ser mejor estudiados desde el fenómeno educativo; dicho de otro modo: los educadores y psicólogos deben investigar sobre nuevas posibilidades, más flexibles y dinámicas, para comprender los estadios de desarrollo y así dosificar mejor los métodos y pedagogías más o menos centrados en el docente y en el alumno, en la memoria y en la construcción, en el símbolo y en la realidad.
            Dicho todo lo anterior de un modo más sencillo: no descuidar el esfuerzo memorístico, exigir más lectura y escritura y un rol del docente como guía y autoridad socio-cultural, aspectos que deben paulatinamente decrecer entre 1er y 6º grado (aproximadamente), para que al llegar a 7º, 8º o 9º grados, los estudiantes ya tengan más autonomía, y allí comience una nueva etapa más constructivista, con mayor protagonismo del estudiante y un docente más mediador; de aquí en adelante la autonomía debe crecer.
            Hoy en día, hay niños y niñas que llegan a 6º grado sin saber las tablas de multiplicar, sin dominar a plenitud las operaciones matemáticas y sin conocer las reglas ortográficas y gramaticales; leen poco y escriben menos; algunos dominan ciertas cadenas de procedimientos o procesos tecnológicos. “Conocen, pero no comprenden ni puede aplicar”. Esto supondrá la urgente necesidad de revisar la relación entre lo pedagógico y la vida real; en efecto, para que un aprendizaje sea significativo y relevante debe tener sentido, lógica y viabilidad; ¿quién podrá dudar de lo importante que son las tablas de multiplicar para la vida?, pues dudan los niños de 3º y 4º grado que las tienen que memorizar y no saben por qué y para qué, y hasta que se les da una “mesada” comienzan a hacer cálculos…
            En síntesis, revisemos cómo enseñamos y utilicemos los resultados de las evaluaciones para mejorar nuestras debilidades pedagógicas, ya que nuestras manos educativas están el futuro de la sociedad; al menos sospechemos… Feliz día del Maestro.          

Romanticismo educativo

Por Oscar Picardo Joao                                                    opicardo@iseade.edu.sv


Tengo en mi escritorio las dos propuestas educativas de los Planes de Gobierno del FMLN y ARENA, las he leído y subrayado con detalle, y he llegado a tres conclusiones: No hay compromisos reales y concretos en materia de financiamiento, no hay ideas estratégicas con creatividad pedagógica y datos, y por ende, el rumbo educativo –como lo ha señalado PREAL- será: “En marcha pero lento”…

Ambos documentos proponen: trabajar por la educación inicial, la cobertura, la calidad, la ciencia y la tecnología, la gratuidad, el deporte, la cultura, etc.; son muy coincidentes, y salvo detalles semánticos, se podrían intercambiar políticamente, no logrando descubrir un cambio sustantivo en el horizonte educativo, muy a pesar que ambos partidos poseen el discurso del “cambio”.

De la propuesta de ARENA se puede destacar: el seguimiento al Plan 2021, educación inicial y primera infancia, tele clases, vinculación con los gobiernos locales para la alfabetización, reformar las leyes de la Carrera Docente y de Educación Superior, jornada escolar completa progresiva, educación física, deportes y artística, Planeta Internet, proyecto Compumóvil, acreditación de carreras, política nacional de ciencia y tecnología.

De la propuesta del FMLN destacamos: regulación del sector educativo superior internacional; descentralización y fortalecimiento de la UES; fortalecer la educación inicial; profunda reforma educativa; elevar el nivel científico y tecnológico para reducir la pobreza; enseñar a pensar, crear conocimiento y a aplicar el conocimiento; nuevo modelo para administrar el desarrollo científico y tecnológico; nueva educación física.  

Ninguno de los documentos plantea retos en materia de costo efectividad de las medidas posibles a implementar, ni de tasa de retorno esperada e impacto de las políticas, programas o proyectos en el sector productivo del país, mucho menos establecen alguna pauta concreta para incrementar del devenir del financiamiento educativo estancado en el 3% del PIB; en ambos proyectos el sistema educativo sigue siendo una pieza más de la arquitectura social de los planes de gobierno; no hay riesgos, ni mucho menos un modelo de país sustentado en la educación y en el conocimiento.

Los documentos plantean algunas reformas en términos discursivos, sin señalar los tópicos centrales del por qué y para qué reformar; ninguno de los documentos citan o toman en cuenta estudios internacionales de gran vigor educativo, como el Informe Mc Kinsey (2008) sobre el desempeño de los mejores sistemas educativos; tampoco hacen referencia a datos, cifras o indicadores a superar, mejorar o revertir sobre la base de los estudios de UNESCO, UNICEF, CECC y FIECA. Me podrán decir que son ideas políticamente estratégicas, que presentan intenciones y enunciados que luego se convertirán en programas concretos, no obstante, su lectura técnica no lleva compromisos concretos, porque eso de “incrementaremos la inversión educativa” es un sofisma político que se puede reducir a un dólar más en el presupuesto o a un alumno menos…

En la sociedad actual de un país emergente con posibilidades, oportunidades y problemas concretos es necesario definir puntualmente que se pretende hacer educativamente hablando sobre la base de hipótesis econométricas o estadísticas; estudios internacionales serios como los de Eduardo Vélez, Ernesto Shiefelbein Fernando Reimers y Jorge Valenzuela, entre muchos otros, dan pauta para pensar y diseñar políticas, programas y proyectos cuyos resultados deben impactar en algo…, ¿en qué, cómo y cuándo? son preguntas que deben responder los hacedores de decisiones y, que deben estar reflejadas en programas de gobierno, superando el romanticismo tradicional de documentos genéricos.

Más allá de propuestas educativas de derecha e izquierda, que de hecho afortunadamente no las hay, el debate educativo podrá centrarse en dos variables: la cuota de creatividad en el diseño de propuestas, y la certeza económica que se pretende en términos de eficiencia. No olvidemos que el sistema educativo es la brújula y el motor de una nación.   

Números con rostro…

Por Oscar Picardo Joao                                                    opicardo@iseade.edu.sv

            Las estadísticas de las desgracias Centroamericanas son datos que van y vienen en informes, noticias e investigaciones; simples números, más o menos alarmantes que de vez en cuando escandalizan, pero fácilmente se olvidan; porcentajes sobre pobreza, exclusión, corrupción, asesinatos, feminicidios, niños trabajando, migrantes, tasa de mortalidad, analfabetismo, secuestros, tráfico de drogas, armas o personas y muchos indicadores más de carácter socio-económicos…a veces “maquillables”, otras veces muy evidentes e incuestionables, pero al final de cuentas son códigos matemáticos...
Hace unas semanas, la reconocida periodista de CNN Carmen Aristegui entrevistó a los periodistas Óscar Martínez (periodista investigador salvadoreño) y Edu Ponces (Foto-periodista catalán de Ruido-Photo), de la sección Migración, de El Faro.net, quienes trabajan en un proyecto amplio dirigido por Marcela Zamora que culminará con un documental y dos libros –fotografías y crónicas- luego de tres años intensos de trabajo investigativo. Los corresponsales de El Faro.net explicaron sus investigaciones sobre dramáticos abusos de las autoridades mexicanas contra los migrantes centroamericanos, y del negocio de secuestros en que se ha metido el cártel de Los Zetas. El trabajo definido como “observatorio periodístico de la migración” de El Faro.net está publicado en la plataforma llamada “En el Camino”, pero en resumidas cuentas más que un observatorio la investigación fue “ponerle rostro a los números”.
Los migrantes son personas vulnerables, que se esconden de las autoridades, y a la vez son víctimas de bandas de crimen organizado, quienes aprovechan su estatus para hacer negocios –apunta Oscar Martínez-; a lo largo de la entrevista se leen y escuchan frases que describen el paisaje dantesco: “Secuestros que no importan”; “el crimen organizado, es el poder real”; “nos hemos encontrado una crisis humanitaria escondida entre matorrales y vías de tren”; “los migrantes son secuestrados y asaltados por las autoridades públicas: Ejército, Policía Federal Preventiva, Policía Judicial, Policía Local e Instituto Nacional de Migración”; “…en esta locación de película de terror…”; “cuando Ustedes lleguen a ese pueblo en siete minutos los Zetas sabrán que están ahí, si hablan con el Alcalde será en tres… (refiriéndose a los periodistas)”; “cuando los narcos mandan, los migrantes pagan”; “hay un negocio estructurado entre coyotes y los Zetas, si quieres pasar tienes que pagar, de lo contrario te secuestran”; “la problemática de las mujeres migrantes es una situación de vulnerabilidad mucho mayor…(prostitución, trata, esclavitud, muerte civil)”; “la mayor tragedia de los migrantes centroamericanos… es una realidad que los políticos no conocen… las autoridades Centroamericanas no están haciendo nada… el Estado mexicano es responsable… cada día matan gente por ser migrantes”. Al final del reportaje aparece una tumba con una cruz que lleva la inscripción: “La joven madre y sus gemelos (10 de Noviembre de 2008)”, una especie de rudimentario monumento al migrante desconocido, en donde yace una joven de 23 años violada y asesinada…
Más allá de los hallazgos concretos en términos migratorios de este trabajo periodístico, nos queda la lectura sobre el anonimato de las víctimas y sobre el valor oculto que tienen las remesas; estamos muy mal acostumbrados a escuchar de manera simplista que recibimos más de tres mil millones de dólares en remesas al año o que en El Salvador se asesinan a más de trece personas al día, pero detrás de estos números hay rostros e historias, muchas de ellas crueles e inhumanas.
  El lado cualitativo o etnográfico de las estadísticas supone ponerle rostro a los números; tarea difícil y poco valorizada, de antropólogos o periodistas, pero sumamente necesaria para humanizar a nuestras sociedades frías y calculadoras. Ponerle “rostro a los números” supone descubrir a las víctimas, darles la palabra y hacerles justicia, una práctica a la que no estamos acostumbrados y preferimos ocultar, un número molesta menos que una historia…   

“ninguna sociedad actual es superior a sus universidades”

En un reporte elaborado por Carlos Molina Batlle, se cita el  artículo de Miguel Casas titulado: La nueva universidad ante la sociedad del conocimiento, quien afirma: “ninguna sociedad actual es superior a sus universidades”; en efecto, a la educación superior se le debe considerar como motor  e instrumento de progreso de una nación, desde la perspectiva del quehacer científico, a partir de una agenda programática que apunte y apueste a la innovación orientada al mercado (relación Universidad-Empresa) y al quehacer docente significativo, relevante y aplicado.

La tercera misión de las universidades en la literatura contemporánea –más allá de las funciones clásicas de investigación, docencia y proyección social- tiene que ver con la misión de la transferencia de conocimientos generados por las mismas.  Eduardo Bueno Campos en su artículo sobre “La Tercera Misión de La Universidad” anota que el reto de la transferencia del conocimiento radica “en la necesidad de saber aplicar la ciencia y responder a la demanda social de su tiempo”, y es aquí donde se pueden encontrar las tres funciones universitarias: cuando se hace investigación pertinente, cuando se enseña esta investigación y cuando se aplica en necesidades concretas de la sociedad; las universidades jalonan procesos de transformación y hacen crecer un país; ejemplos diversos en países desarrollados y emergentes, que después de la Segunda Guerra Mundial quedaron en ruinas, abundan para entender la ecuación y la lógica entre el mundo académico y el mundo productivo.

Más allá de las intenciones políticas y lo económicas que intentan de forma fallida y recurrente transformar nuestra realidad, necesitamos un nuevo pacto entre las autoridades gubernamentales, el sector productivo-empresarial y el sector académico para definir un modelo de país sustentado en la educación y sobre todo en la educación superior. No tenemos mayores recursos naturales, somos un país pequeño, la integración Centroamericana está relativamente estancada, el potencial en materia de servicios, logística y turismo no deja de ser un simple potencial especulativo; lo que sí tenemos es gente con ganas de crecer y superarse, a la espera de una plataforma educativa dinámica, accesible y coherente con sus necesidades.

Mientras nuestra Educación Superior sea “media-academia y medio-negocio”, nuestra sociedad no pasará de la mediocridad; muchos de los líderes académicos, empresariales, políticos, económicos y culturales, lo son porque han pasado por casas de estudio de alto nivel. Nuestros niños y jóvenes talentosos sin oportunidades reales se pierden en el anonimato o emigran; mientras tanto muchas universidades siguen repartiendo títulos de abogados y administradores de empresa a granel, fomentando el credencialismo, y replicando el modelo de la “universidad como ascensor social” (Ignacio Martín Baró), ascensor, por cierto cuyo destino es muy incierto…

Si la reforma necesaria para la educación superior no viniese del “Estado Evaluador”, como lo ha sido hasta la fecha, sería hora que los Rectores honestos y preocupados por la nación se reunieran para pensar en el destino del país y en el proyecto de país; los políticos son fugaces, sus ideas son cortoplacistas, piensan en clave gubernamental –a 3 o 5 años plazo-, mientras que las universidades –como elemento esencial de la sociedad- están y son en la realidad, trascendiendo los tiempos políticos.

Si hasta ahora lo más cercano a un proyecto de país fue “Bases para el Plan de Nación” –que nació en 1998 y falleció un año después, por los tiempos políticos-, ¿porqué no enarbolar una nueva idea de país desde la perspectiva educativa que acompañe y de vigor al Plan Nacional de Educación 2021?; ¿porqué no yuxtaponer los Acuerdos de Paz, Bases para el Plan de Nación y Plan Nacional 2021 sobre la plataforma universitaria para pensar, soñar y trabajar por un nuevo imaginario de El Salvador?.

Docentes efectivos

Por Oscar Picardo Joao                                                       opicardo@iseade.edu.sv


            Esta semana, el Programa de promoción de la Reforma Educativa en América Latina (PREAL) ha presentado el documento Nº 43: “Efectividad del desempeño docente. Una reseña de la literatura internacional y su relevancia para mejorar la educación en América Latina” (Narbara C. Hunt, Marzo, 2009), en el cual se aglutinan no menos de una treintena de reseñas investigativas.

            El documento induce al lector con una definición: Efectividad docente es el conjunto de características, competencias y conductas de los docentes en todos los niveles educativos que permitan a los estudiantes alcanzar los resultados deseados, que pueden incluir el logro de los objetivos de aprendizajes específicos, además de objetivos más amplios como la capacidad para resolver problemas, pensar críticamente, trabajar colaborativamente y transformarse en ciudadanos efectivos.

El desempeño docente en América latina –según el documento- es catalogado como débil y está declinando con respecto a otros países. La evidencia: en 1960 en América Latina el 7% de adultos completa secundaria; y 11% en Asia Oriental. En el 2000 se cuadruplica la cifra en Asia Oriental (44%) mientras que en América Latina se llega al 18%. También, en pruebas internacionales TIMSS y PIRLS los países de América Latina no sólo ocupan los últimos lugares, sino que además poseen alta disparidad: estudiantes de niveles socioeconómico alto salen mal evaluados.

Otra fuente citada, revela que en América Latina hay aproximadamente 6 millones de docentes que representan el 10% de los docentes a escala global, y sus rasgos son: género equitativo, jóvenes (edad promedio 26 años), en las escuelas públicas los docentes provienen de sectores desfavorecidos, los días lectivos son cortos por que la mayoría trabaja doble turno, profesión con bajo estatus social, la escala salarial le da más importancia a la antigüedad, los docentes menos cualificados son enviados a lugares más complejos, y casi no hay supervisión  pedagógica; los Directores se dedican a funciones más administrativas.

La base metodológica de las reseñas consignadas en el documento Nº 43 se sustentan en tres tipos de estudios: Elementos de discusión, estadísticos tradicionales; y estudios  etnográficos. Los principales hallazgos reflejan las siguientes circunstancias: 1.- Es sumamente difícil determinar las características exactas de los docentes excelentes; hay dos movimientos explicativos: a.- Esencialistas: Los docentes son los responsables del contenido y el aprendizaje estudiantil; y b.-  Progresista: El estudiante es el responsable como constructor del aprendizaje. 2.- No hay mayores acuerdos sobre el significado de la “calidad educativa”, debe definirse localmente a nivel de escuela, comunidad, distrito y país. 3.- Los estándares que definen “Lo que los docentes deben saber y ser capaces de hacer” a través de programas de profesionalización formal no impactan significativamente en los logros académicos de los estudiantes (caso: National Board of Profesional Teaching Standars – NBPTS). 4.- El grado académico diferenciado, tampoco parece incidir (caso Teach for America, TFA). 5.- Tampoco hay clara evidencia sobre el impacto de incentivos y salarios de docentes en los logros académicos de los estudiantes.

            Algunas de las investigaciones sobre este “Mysterium o Caja negra” llamada eficiencia docente tienen aportes significativos: Tres factores que influyen en el progreso estudiantil (Reino Unido): Características profesionales, Habilidad para la enseñanza y clima del aula Hay McBer (2000); los antecedentes del docente y la red de apoyo escolar son factores influyentes, Humphhrey y Wechsler (2007, Q).

Martin Carnoy (2007) investiga en Brasil, Chile y Cuba los resultados de las pruebas LLECE, concretamente los resultados de Cuba, y llega a una importante conclusión: en Cuba hay  un capital social, los padres y madres están alfabetizados, los docentes están bien formados y con buen estatus social, los Directores tienen un rol pedagógico, docentes y directores se sienten responsables de los estudiantes, ningún niño trabaja, enseñan menos objetivos pero se cubren todos…

Educación y capital social

Por Oscar Picardo Joao                                                    opicardo@iseade.edu.sv
            Matin Carnoy, destacado investigador en el campo de la economía de la educación de la Universidad de Stanford, descubrió que detrás de los resultados de calidad mundial de los estudiantes de educación básica cubana en pruebas internacionales existen ciertas variables, entre ellas la más importante: un “capital social inducido por el Estado”, (Cuba's Academic Advantage: Why Students in Cuba Do Better in School, 2007). Más allá de otras variables intervinientes como la escolaridad de los padres y madres, la especialización de los maestros, y un sistema hiper-centralizado con una burocracia eficiente, resulta sumamente importante reflexionar sobre el tema del tejido social.
            Diseñar políticas educativas para impactar en lo pedagógico, en lo didáctico o curricular puede ser una tarea compleja, pero plausible en cualquier sistema escolar; no obstante, el tejido o capital social de una nación se configura históricamente con la yuxtaposición de otras políticas y circunstancias sociales, culturales y económicas.
            Nuestra sociedad –aun de postguerra- pautada por la violencia y la migración tiene un tejido social débil o fractal: muchas de nuestras familias están desintegradas, madres solteras, hijos sin padres o madre, abuelas o tíos asumiendo la patria potestad de miles de niños, televisores y tecnologías con alta exposición en la vida de los niños y jóvenes, niños trabajando, padres analfabetas o con baja escolaridad, etc., etc. En El Salvador, en no pocos casos la Escuela es un hogar temporal, los maestros y maestras son padres putativos y los compañeros de aula son la familia anhelada; frecuentemente los docentes se quejan por las contradicciones y tensiones que viven los niños entre lo que aprenden en la escuela y lo que viven en su pseudo-hogar…
            Mientras el curriculum académico habla de Derechos Humanos, del cuidado al medioambiente, de los valores Constitucionales y legales; nuestros niños se enfrentan a más de diez homicidios diarios, a la basura que nos rodea por doquier y a los artilugios políticos para evadir las responsabilidades; lo que se logra en muchas horas en la escuela, se desbarata en minutos en la casa, en la comunidad y en la sociedad que vivimos.
Kavitha Mediratta, Seema Shah y Sara McAlister presentaron recientemente su libro “Community Organizing for Stronger Schools (Harvard Education Press, 2009), en el cual los autores examinan el rol de las organizaciones  sociales y de la comunidad en los resultados educativos de las escuelas, señalando la analogía entre comunidades organizadas y fuertes con buenos resultados educativos, mejores indicadores sociales y reformas educativas eficientes.
En síntesis, nos basta con políticas educativas costo-eficientes y audaces para lograr la calidad educativa; la PAES no sólo refleja lo que sucede en la escuela sino también la experiencia familiar y comunitaria, ya que la familia y la sociedad son educadoras; no podemos aislar a la escuela para que nos rinda cuentas de los resultados educativos, debemos preguntarnos: ¿cuán pedagógica es nuestra familia, nuestra comunidad y sociedad?.
 Necesitamos cogestión, conexión y cooperación para contrarrestar la violencia, el consumismo exacerbado y  la intolerancia que vivimos de manera cotidiana; necesitamos una nueva red o tejido social que reconstruya la confianza y que apoye el trabajo escolar, y esto parte de categorías ejemplificantes de parte de los líderes políticos, empresarios, y de todo aquel que ostente una cuota de poder, jefatura o pueda ser modelo de otro.
No esperemos magia de las escuelas ni actos ilusionistas de parte de los maestros: los primeros y principales pedagogogos son los padres y madres; en la familia se educa, en la escuela se recibe y ordena la información; los principales valores, creencias y costumbres que conforman la base para construir un sistema de vida se fraguan en nuestros hogares y comunidades.

Educación colateral

Por Oscar Picardo Joao                                              opicardo@iseade.edu.sv

            Vivimos en una sociedad educadora; no solo el currículo prescrito, aplicado y logrado generan aprendizajes; cada día, en la experiencia cotidiana, familiar y comunitaria se enseña y aprende; en efecto, como anotaba John Dewey: “La educación no es preparación para la vida, es la vida misma”.
            Educar supone momentos de enseñanza y de aprendizaje; a nivel formal, en las escuelas y colegios se aprende más de lo que se enseña, debido al proceso de socialización –aprendizaje entre iguales-; y se aprende tanto en clase como en los recreos, sobre todo lo que respecta al currículo oculto.
El enfoque editorial de los periódicos enseña, los comentarios de sobre mesa enseñan más aún, y la televisión e internet ni se diga… Resulta sumamente difícil reducir el proceso de educación del ser humano al entorno escolar; cuando el niño (a) llega a la escuela, el equipaje psico-genético y sobre todo la densa experiencia pedagógica del hogar ya han moldeado un estilo de personalidad, el cual según Kohlbert, configura el desarrollo moral pre-convencional, como base de lo que será el propósito de vida, el funcionamiento de las relaciones, la concepción de autoridad, la conciencia, etc.
            Quienes hemos trabajado en docencia a nivel de educación básica y media, descubrimos y observamos una gran diversidad en el aula: introvertidos y extrovertidos, sumisos y dominantes, tímidos y aventurados, realistas y sensitivos, pragmáticos e imaginativos, conservadores y arriesgados, hiperactivos y controlados; más allá de las posibles inteligencias múltiples –Howard Gardner- o emocionales, cada aula es un mosaico de identidades.  
            Los niños (as) y jóvenes crecen y se desarrollan en una sociedad –no sólo en la escuela-, y el tipo de sociedad y su cultura –sus valores, creencias y costumbres- educan de modo colateral. El valor que le damos al pasado, la forma de cómo vivimos el presente y la visión de futuro son tres escenarios fundamentales de la educación colateral, y en nuestra realidad concreta salvadoreña estas tres dimensiones son preocupantes: la historia no está dignificada y aparece borrosa y perpleja, con muchas heridas y cicatrices; el presente está pautado por la violencia y la desvalorización de la vida; y el futuro es incierto, no hay un proyecto de país.
            La familia está desintegrada por la migración o en el mejor de los casos ocupada en sobrevivir, resolviendo el consumismo nuestro de cada día; los momentos efectivos de aprendizaje en la escuela son mínimos; la fe se ha vuelto mediática y utilitaria; la realidad nos desborda con una decena de homicidios diarios, con el deterioro ambiental, con los contrastes entre la miseria y los rascacielos, con la corrupción y con la falta de institucionalidad.
Los libros de texto dicen una cosa, pero las noticias y el internet dicen otra. ¿A quién le creemos? Se preguntan los estudiantes, ¿a la incertidumbre o a los espejismos?, ¿al maestro o al BlackBerry?, ¿al mundo real o al virtual?...
Nuestra sociedad está, además, agudamente dividida: hay un submundo de la pobreza urbana asediado por las pandillas y por una precaria economía, en dónde la salud, la educación, la vivienda y la seguridad es un azar; existe otro submundo, urbano resguardado y amenazado, en dónde se “vive paranoicamente mejor” y en dónde la mora y la tasa tributaria no da respiro; otro submundo es el rural, en dónde las oportunidades y posibilidades están al cruzar la frontera de México hacia Estados Unidos; y es posible que exista otro submundo algo desconocido… lo único que tenemos en común es el interés por la Liga Española…
Esta es una versión simplificada de nuestra “sociedad educadora”, llamada pedagógicamente nivel “macro curricular”, la cual de manera silente pero efectiva forma y configura al ciudadano de la generación de relevo.  

Educación ¿para qué? (Parte II)

Por Oscar Picardo Joao                                        opicardo@iseade.edu.sv

            Fernando Savater en su obra “El valor de educar” insinúa que la educación es un intento de la sociedad de fabricar hombres capaces de vivir en ella; en efecto, la principal tarea de la democracia era crear ciudadanos capaces de ser democráticos, y por ende las sociedades democráticas educan en defensa propia. No obstante, una cosa es el discurso y otra la realidad: Si la escuela fuera vital para la democracia todo el mundo estaría pendiente de ella, y no ocurre así.  El papel que se les asigna a la escuela y los maestros no parece tener relevancia social.

Al parecer, la relación entre democracia y paideia no está clara en el discurso político; quienes hacen decisiones a modo de políticas educativas públicas sólo piensan unilateralmente en los indicadores y tasas educativas, soslayando el valor de la educación, en cuanto plataforma fundamental ciudadana. ¿Para qué educamos?, desde la perspectiva política: para construir una sociedad democrática.
           
La educación para Paulo Freire es un acto simultáneo de enseñanza y aprendizaje: sólo se puede enseñar aprendiendo y cuando aprendemos también enseñamos. Una cosa no existe sin la otra. Freire nos recuerda que somos seres inacabados, es decir, en constante formación y transformación. De esto deducimos nuestro permanente devenir, y es aquí donde Freire fundamenta su pedagogía para la liberación, pues afirma que nuestra vocación es, precisamente, la construcción de nuestra libertad; y esto supone una plataforma pedagógica: Todos pueden aprender; Todos saben algo; El sujeto es responsable de la construcción de conocimiento y de darle un nuevo significado a lo que aprende; Se aprende cuando el educando posee un proyecto de vida donde ese conocimiento es significativo.

La sociedad es entonces educadora, pero el sujeto de la educación necesita definir “un proyecto de vida”, elegir o definir su misión y visión, plantearse sus estrategias y metas; lamentablemente los “modelos” o iconos de la sociedad global no son los mejores referentes para nuestros niños y jóvenes (personalidades mediáticas que ganan mucho dinero por realizar actividades triviales y apetecibles al mercado); y estos modelos enseñan…

Educar para una libertad responsable es un proyecto complejo, que requiere no sólo una buena plataforma curricular con fundamentos antropológicos, sociológicos, políticos, culturales, ecológicos y biológicos; sino también redes sociales sólidas, traducidas en padres y madres que valoricen adecuadamente la educación y sobre todo docentes con mística.

Finalmente, el proyecto educativo de un país requiere un modelo educativo, sustentado en una pedagogía que yuxtaponga memoria, inteligencia y contexto; es decir, una educación primaria como base sólida en la construcción de memoria y hábito de lectura, una educación secundaria con rigor intelectivo y criticidad y una educación superior contextualizada en la realidad para comprenderla y transformarla. Esta educación deberá apuntar y apostar a la calidad, en donde el docente será el factor determinante, y todos los demás factores influyentes deberán estar alineados. Pero: ¿qué es calidad?: sencillamente, un estándar democrático que implica aprender, comprender y aplicar ciertos conocimientos para que el ser humano y su entorno sea cada vez mejor; esto supondrá preguntarse ¿qué se enseña? (contenidos), ¿cómo se enseña? (métodos), ¿con qué se enseña? (recursos) y ¿bajo qué condiciones se enseña? (ambiente).

Educamos fundamentalmente para la vida, para lograr una sociedad mejor; para un futuro más humano y próspero, para erradicar las brechas sociales. Pero los proyectos educativos no son de corto plazo, son generacionales, lo que hagamos o dejemos de hacer hoy tendrá impacto en quince, veinte o treinta años plazo. Los efectos de las políticas, programas y proyectos educativos son muy intangibles, la operación, logros o malas praxis son silentes…

Educación ¿para qué…? (parte I)

Oscar Picardo Joao                                                               opicardo@iseade.edu.sv

            Parafraseando al rector mártir Ignacio Ellacuría, S.J. hoy más que nunca debemos arriesgarnos a planearnos preguntas profundamente humanas, críticas e históricas: “Educación ¿para qué?”; la ideologización de la globalidad enmascara un consumismo exacerbado, y al parecer muchos jóvenes se plantean la educación como un simple “ascensor social” (Martín-Baró, 1979) para hacer dinero y comprar más, buscando un título más que saber y aprender. Los imperativos humanísticos se están desvaneciendo ante la implacable competitividad; la solidaridad es un asunto semántico del pasado, lo que está de moda es el liderazgo…, y no como elección voluntaria para el servicio, sino como forma de influenciar, aparentar, dirigir, manipular.
            Rakesh Khurana, profesor asociado en el área de Comportamiento Organizacional de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard recientemente publicó el libro: From Higher Aims to Hired Hand” (Septiembre, 2008) en dónde denuncia la fuerza que han cobrado los aspectos puramente económicos en el ámbito educativo. Ya no se trata de contar con la mejor oferta formativa, sino ver quien es capaz de rentabilizar en mayor medida y en menor tiempo la inversión monetaria que suponen los estudios superiores; en síntesis, estudiar para hacer más dinero, más rápido. En gran medida, esta visión economicista de la academia es la que está a la base de la crisis financiera global que hoy vivimos: crisis de comprar con espejismos.
            Nadie puede estar en contra sobre la importancia del “bien-estar”, pero no debemos anteponer al “bien-ser” el “bien-estar” y el “bien-tener”; en el fondo, estamos discutiendo sobre un tema ético: el proyecto de vida. En este contexto, la educación juega un rol sustantivo, y cuando hablamos de educación nos referimos al menos a tres ámbitos: la primera educación en la familia, la educación formal en la escuela y en la universidad y la sociedad educadora. Esto supone decir que la vida es pedagógica, cada día y en cada experiencia aprendemos algo, y quizás lo más importante es destacar el rol de los maestros y maestras, desde los padres y madres, hasta aquellos que ostentan un título magisterial; estos actores protagónicos son verdaderos guías que pueden establecer pautas concretas sobre el significado de la vida y la finalidad de la educación.
            Las instituciones educativas –por su misión formadora y creadora de consciencia- deben apoyar a los padres, madres y estudiantes en la recuperación del verdadero sentido de la educación: educamos, simple y sencillamente, para formar personas con un sentido ético, científico y ecológico, es decir, responsables, eficientes y solidarias con su entorno. Nuestro fin último debe ser la vida misma y no el dinero, nuestra meta construir una sociedad mejor y no un emporio privado. Debemos, además, educar en la amistad, en la cultura y en el respeto integral al ser humano; enseñando el uso y avance tecnológico al servicio de las personas y de su prosperidad y no unilateralmente al servicio del mercado.
            Paulo Freire y Fernando Savater, dos grandes pensadores de la educación, plantean la educación como “un acto de amor, y de coraje”; para Freire: "es una práctica de la libertad dirigida hacia la realidad, a la que no se teme; más bien busca transformarla, por solidaridad, por espíritu fraternal"; para Savater: "ese proceso de enseñanza nunca es una mera transmisión de conocimientos objetivos o de destrezas prácticas, sino que se acompaña de un ideal de vida y de un proyecto de sociedad".
            Educar ¿para qué? para utilizar nuestra libertad responsablemente –educar no es convencer-; para transformar la información en conocimiento al servicio de la sociedad; para vivir disfrutando cada momento con pasión; para enfrentar los problemas y angustias de la realidad con tenacidad; para ser sencillamente mejores personas.        

Conocen, pero no comprenden ni aplican… (Parte II)

Las pruebas estandarizadas internacionales (particularmente Trends in International Mathematics and Science Study, TIMSS) evalúan tres niveles curriculares de oportunidades de aprendizaje:  el currículo prescrito (contexto social y educativo nacional), el currículo aplicado (contexto escolar de los docentes y del aula) y currículo logrado (resultados y características de los estudiantes); dicho de otro modo: lo que la sociedad espera que aprendan los estudiantes, lo que realmente enseñan en las aulas y lo que efectivamente han aprendido.
El informe de TIMSS sobre El Salvador elaborado por Boston College titulado “A Bridge School Improvement” (2007) establece una premisa fundamental que los políticos aún no han entendido: “Existe un reconocimiento casi universal sobre el hecho de que la efectividad del sistema educativo de un país es un elemento clave para darle una ventaja competitiva en una economía cada vez más globalizada. Pero la educación no es sólo fundamental para mejorar la economía y el desarrollo humano de un país sino también para el desarrollo personal de cada uno de sus ciudadanos”.
Luego de un análisis pormenorizado sobre los resultados de 4º y 8º grados en Matemáticas y Ciencias el informe plantea los factores asociados al rendimiento de los estudiantes, entre los que se destacan: 1.- el que los estudiantes vivan en hogares con más libros y computadoras tienen un desempeño más alto que aquellos que viven en hogares con menos libros y sin PC; 2.- El nivel educativo de los padres de familia también está asociado positivamente con el rendimiento de los estudiantes; 3.- El nivel socioeconómico de los estudiantes influye poderosamente en el rendimiento de los estudiantes; 4.- La actitud también es importante en el rendimiento académico. Los estudiantes que tienen una actitud positiva hacia el aprendizaje de las Matemáticas y Ciencias y los que tienen autoconfianza en aprender obtienen los mejores resultados; 5.- Los factores escolares tienen una fuerte influencia en el rendimiento. Las escuelas con buenas condiciones, un clima adecuado y buena asistencia de sus estudiantes tienen mejores resultados; y 6.- Finalmente, los docentes son un elemento clave en el qué y cuánto aprenden los estudiantes. Cuatro aspectos influyen de manera más relevante en el desempeño en TIMSS: si están enseñando los contenidos evaluados, el uso de textos, su formación profesional y si se sienten muy bien preparados para enseñar.
De estos resultados fácilmente se deducen líneas de trabajo para políticas educativas concretas, entre ellas: 1.- Elevar la escolaridad de la población y erradicar el analfabetismo; 2.- Un programa de bibliotecas y PC para cada hogar; 3.- Una estrategia para mejorar la enseñanza de Matemáticas y Ciencias desde los primeros grados; 4.- Una apuesta integral para mejorar los ambientes escolares (incluyendo capacitación de Directores y docentes); y 5.- Garantizar la efectividad curricular en el cumplimiento del 100% de los contenidos y cumplimiento del calendario escolar (utilizando los resultados de PAES).
Pero volvamos al eje de nuestra reflexión: si nuestros estudiantes sólo conocen, pero no comprenden ni pueden aplicar los conocimientos: ¿cuáles serán las consecuencias del privilegiado 40% de los jóvenes que terminan bachillerato?, ¿qué posibilidades reales hay de la necesaria valoración social de la educación, tanto para los jóvenes que terminan y no tienen oportunidades de trabajo o estudio en su entorno, como para los empleadores que deben contratar a un joven con destrezas limitadas que cuenta con un diploma de poco valor?.  
La dimensión intangible o silente del conocer sin comprender ni aplicar, es sumamente peligrosa desde la perspectiva generacional; estamos pagando los platos rotos de muchos profesionales graduados en las universidades de garaje de los 80, ahora nos tocará lidiar con una nueva generación más vulnerable de insospechables resultados.