jueves, 30 de junio de 2011

Sospecha pedagógica… (parte I)

Por Oscar Picardo Joao                                                    opicardo@iseade.edu.sv

            La revolución constructivista impulsada por las corrientes psicologías de Lev Vygotsky y Jean Piaget, sostiene que el aprendizaje se forma construyendo “nuestros propios conocimientos desde nuestras propias experiencias”; este principio programático fundamental paulatinamente generó dos desplazamientos: a) el rol del maestro; y b) el rol de la memoria en el proceso de enseñanza aprendizaje; en efecto, las corrientes constructivistas se centraron en gran medida en la autonomía estudiante, quién debe o puede decidir cómo integrar mejor sus experiencias para aprender, excluyendo así los métodos bancarios.
            El constructivismo ingresó a finales de los 80 a casi todos los sistemas educativos y a sus respectivas reformas como una verdadera “moda”; todo el mundo comenzó a autodefinirse pedagógicamente como constructivista, y por si fuera poco otras teorías y factores ingresaron en el espectro educativo: Internet, la inteligencia emocional y las inteligencias múltiples (Howard Gardner). Así, cada maestro, medio se enteró de estas innovaciones en alguna capacitación y comenzaron a generar grupos de trabajo en el aula, desterrando los métodos lancasterianos, mandando a todos los estudiantes a investigar en la web y jugando un rol más cómodo de “mediador o facilitador de los aprendizajes”.
            Recordando el pasado, me doy cuenta que antes los maestros y maestras eran más rígidos y simples en sus métodos, nos hacían memorizar muchas cosas, trabajaban mucho la disciplina en el aula, se le respetaba, nos hacían leer más libros, era todo –según el constructivismo- anti-pedagógico; pero en conclusión creo que se aprendía mucho más que hoy… Inclusive no se utilizaba Ritalina ni existían tantos casos de hiperactividad y déficit atencional (eran maestros más capaces).
            Es posible que el constructivismo no se haya asimilado lo suficiente; es más posible aún, que se satanizaron todos los métodos de antaño, pero no fueron sustituidos en plenitud debido a la crítica situación de la formación docente. A propósito, con los antiguos métodos también emigraron las “Escuelas Normales” y en su lugar aparecieron “universidades de garaje”, y de esto pagaremos las consecuencias por unos veinte o treinta años…
            Los científicos de la educación contemporáneos de los países desarrollados (OCDE) y los grandes gurús educativos de los organismos financieros internacionales que diseñan e impulsan las nuevas tendencias y modelos pedagógicos difícilmente conocen la vivencia prolongada del ser magisterial de los países en vías de desarrollo; la importación mimética de medidas y “enlatados” sociales no funciona del mismo modo en todos los países; es de imaginar, por ejemplo, que la Universidad de Columbia forma a maestros de alto nivel, pero sustituir, en nuestro caso, a la Escuela Normal Alberto Masferrer por algunas de las mercantiles “universidades” que fueron cerradas a finales de los 90 y que formaron una considerable cantidad de peligrosos maestros, no hace para nada válida la hipótesis que se forman mejor los maestros en la universidad que en las normales (depende de qué entendemos por universidad).
            Tengo la leve sospecha -por razones de trabajo educativo, pero sobre todo por experiencias como estudiante y como docente en transición (fui alumno de una época, y docente de otra)- que la calidad educativa en nuestro medio está en un proceso de entropía, y por más que se busque en el presente ya no se encuentran atisbos de esas grandes luces que transformaron la historia hasta mediados de los años cincuenta; hoy, abundan tecnócratas, hacedores fáciles de dinero, fanáticos, corruptos, extorsionistas, estafadores, ciudadanos estresados, despreciadores de la cultura y el arte, entre otros especimenes. ¿Tiene algo que ver la escuela contemporánea con todo esto?, difícil pregunta intangible, ya que los errores educativos no son como los médicos; como quiera que sea –y a tiempo- comienzo con mis sospechas pedagógicas.                  

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