Por Oscar Picardo Joao opicardo@iseade.edu.sv
"Si un doctor, un abogado o un ingeniero tuviera a treinta o cuarenta personas en su oficina a la vez, todas con diferentes necesidades -y algunas que no quieren estar allí- y el doctor, abogado o ingeniero, tuviera que tratarlos a todos con excelencia profesional durante diez u once meses, entonces podrían tener una Idea de lo que es el trabajo del docente en el aula" (Gabriela de la Rosa Suárez en Facebook).
En las redes sociales de internet uno lee y observa de todo, desde conjeturas absurdas hasta sentencias brillantes; tal es el caso de la cita que encabeza esta columna, un supuesto genial, el cual da pie para hablar del ser docente…
La profesión docente es una de las más complejas y estudiadas; en efecto, un dicho popular reza: “los errores del médico se entierran y los del docente se multiplican”. El oficio docente no sólo es delicado en función de su multi-objeto profesional: generar aprendizajes para ser, hacer, convivir y a aprender, sino que además de las tareas propiamente didácticas y pedagógicas en función del curriculum, el docente es modelo a seguir, moldea la consciencia de los niños (as) y jóvenes y, hasta a veces sustituye a madres o padres ausentes.
En el aula pueden convivir 30, 40 o 50 cosmovisiones, frustraciones, problemas o inteligencias, y el docente está llamado a administrar y asegurar el éxito de todos; cada día debe preparar un nuevo guión y escenario para enseñar, y al final de cada función tiene que revisar cada caso; sin embargo, en la mayoría de centros educativos sólo se reconoce y se paga la hora clase, sin importar el antes y el después.
La personalidad del docente supone una mística que yuxtapone el rol pedagógico-didáctico, pero también el de mentor, padre, madre, consejero, psicólogo, psiquiatra, compañero y amigo; y estas diversas funciones deben estar sutilmente conectadas por la exigencia y la objetividad.
Fernando Savater en su obra “El valor de educar” plantea tres preguntas existenciales para el docente: ¿Qué es la educación?, ¿Qué ha sido y que puede llegar a ser? y ¿Qué esperamos de ella?, y establece además ese extraño y perplejo objetivo que tiene la función docente –que trasciende la neotenia- de formar seres humanos, y sobre todo, seres humanos solidarios y decentes…, que debemos convivir en un tiempo determinado con libertad, felicidad y responsabilidad, menuda tarea…
El docente trabaja con intangibles, con emociones, con personalidades y autoestimas, debe enseñar y facilitar aprendizajes sin tiranías, respetando y dándose a respetar, compitiendo con el auge tecnológico, y debe intentar ser más entretenido que internet!!!; además debe lidiar con diversas creencias, costumbres y religiones, creando en su aula la primera muestra de sociabilización, democracia y convivencia armónica, en un marco problematizador y de diálogo liberador (Freire).
Para cumplir esta noble y compleja tarea, el docente cuenta con pocas herramientas: su capacidad comunicadora, algunos libros, la pizarra y los más afortunados tienen una PC y acceso a internet. Con este equipaje ligero el docente tiene la responsabilidad de formar a niños y jóvenes en al menos tres vertientes: Comprensión y aplicación de conocimientos, capacidad de adaptación y transformación de la realidad y la más difícil: ser felices.
Esta profesión -con poco prestigio y bajo salario- es la co-responsable de la calidad de sociedad que tenemos; los políticos, empresarios, padres y madres debemos ponerle más atención a la calidad y eficiencia docente; por su parte el Ministerio de Educación deberá tener claro que la función docentes es la determinante de la calidad educativa, todo lo demás influye, pero el docente determina, y el techo de la calidad de un sistema educativo son los docentes (McKinsey, 2008).
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