jueves, 30 de junio de 2011

Romanticismo educativo

Por Oscar Picardo Joao                                                    opicardo@iseade.edu.sv


Tengo en mi escritorio las dos propuestas educativas de los Planes de Gobierno del FMLN y ARENA, las he leído y subrayado con detalle, y he llegado a tres conclusiones: No hay compromisos reales y concretos en materia de financiamiento, no hay ideas estratégicas con creatividad pedagógica y datos, y por ende, el rumbo educativo –como lo ha señalado PREAL- será: “En marcha pero lento”…

Ambos documentos proponen: trabajar por la educación inicial, la cobertura, la calidad, la ciencia y la tecnología, la gratuidad, el deporte, la cultura, etc.; son muy coincidentes, y salvo detalles semánticos, se podrían intercambiar políticamente, no logrando descubrir un cambio sustantivo en el horizonte educativo, muy a pesar que ambos partidos poseen el discurso del “cambio”.

De la propuesta de ARENA se puede destacar: el seguimiento al Plan 2021, educación inicial y primera infancia, tele clases, vinculación con los gobiernos locales para la alfabetización, reformar las leyes de la Carrera Docente y de Educación Superior, jornada escolar completa progresiva, educación física, deportes y artística, Planeta Internet, proyecto Compumóvil, acreditación de carreras, política nacional de ciencia y tecnología.

De la propuesta del FMLN destacamos: regulación del sector educativo superior internacional; descentralización y fortalecimiento de la UES; fortalecer la educación inicial; profunda reforma educativa; elevar el nivel científico y tecnológico para reducir la pobreza; enseñar a pensar, crear conocimiento y a aplicar el conocimiento; nuevo modelo para administrar el desarrollo científico y tecnológico; nueva educación física.  

Ninguno de los documentos plantea retos en materia de costo efectividad de las medidas posibles a implementar, ni de tasa de retorno esperada e impacto de las políticas, programas o proyectos en el sector productivo del país, mucho menos establecen alguna pauta concreta para incrementar del devenir del financiamiento educativo estancado en el 3% del PIB; en ambos proyectos el sistema educativo sigue siendo una pieza más de la arquitectura social de los planes de gobierno; no hay riesgos, ni mucho menos un modelo de país sustentado en la educación y en el conocimiento.

Los documentos plantean algunas reformas en términos discursivos, sin señalar los tópicos centrales del por qué y para qué reformar; ninguno de los documentos citan o toman en cuenta estudios internacionales de gran vigor educativo, como el Informe Mc Kinsey (2008) sobre el desempeño de los mejores sistemas educativos; tampoco hacen referencia a datos, cifras o indicadores a superar, mejorar o revertir sobre la base de los estudios de UNESCO, UNICEF, CECC y FIECA. Me podrán decir que son ideas políticamente estratégicas, que presentan intenciones y enunciados que luego se convertirán en programas concretos, no obstante, su lectura técnica no lleva compromisos concretos, porque eso de “incrementaremos la inversión educativa” es un sofisma político que se puede reducir a un dólar más en el presupuesto o a un alumno menos…

En la sociedad actual de un país emergente con posibilidades, oportunidades y problemas concretos es necesario definir puntualmente que se pretende hacer educativamente hablando sobre la base de hipótesis econométricas o estadísticas; estudios internacionales serios como los de Eduardo Vélez, Ernesto Shiefelbein Fernando Reimers y Jorge Valenzuela, entre muchos otros, dan pauta para pensar y diseñar políticas, programas y proyectos cuyos resultados deben impactar en algo…, ¿en qué, cómo y cuándo? son preguntas que deben responder los hacedores de decisiones y, que deben estar reflejadas en programas de gobierno, superando el romanticismo tradicional de documentos genéricos.

Más allá de propuestas educativas de derecha e izquierda, que de hecho afortunadamente no las hay, el debate educativo podrá centrarse en dos variables: la cuota de creatividad en el diseño de propuestas, y la certeza económica que se pretende en términos de eficiencia. No olvidemos que el sistema educativo es la brújula y el motor de una nación.   

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