jueves, 30 de junio de 2011

Natación y Educación... (conversaciones pedagógicas fuera del aula)

Por Oscar Picardo Joao                                                                opicardo@uoc.edu

            Por aquellas casualidades insólitas de la vida, la semana pasada tuve la oportunidad de conocer en persona a uno de los intelectuales más prestigiosos de la educación Latinoamericana: Don Ernesto Schiefelbein, de quien había leído varios libros y artículos; el fortuito encuentro, pautado circunstancialmente por dos eventos educativos aislados (el III Congreso Pedagógico de Alfa y FEPADE, y una actividad del proyecto Excell de USAID) se llevó a cabo en un hotel capitalino, mediado por una amiga en común: Kristin Rosekrans, Encargada del Área de Educación de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional.
            Al final del día, luego de las intensas agendas de trabajo, configuramos una peculiar mesa coloquial con Pilar Baptista (de México), Norberto Boggino (de Argentina), Kristin, Ernesto y este servidor; mientras tomábamos un café, los temas obligados que hilvanaban la reunión eran obvios: educación, experiencias pedagógicas, sistemas educativos, políticas educativas, entre otros; Ernesto Schiefelbein (Ex Ministro de Educación de Chile, Ex Rector, investigador, intelectual y próximo profesor de Harvard) con una sencillez y profundidad envidiables, bosquejó una serie de preguntas y comentarios que nos dejó a todos pensativos: ¿la palabra educa...?, ¿el currículo educa...?, ¿la escuela educa...? (...) ¿educan o instruyen? (serán preguntas respondidas en su próximo libro: Diez Preguntas Pedagógicas).
            En el devenir del diálogo, Ernesto nos llevó al fascinante Japón tras una experiencia de visita que realizó, y nos comentó que los maestros de este país, en sus vacaciones a medio año (dos meses) dedican un mes –cada maestro- a enseñar a nadar a sus estudiantes, lo cual le llamó la atención y se preguntó ¿porqué enseñar a nadar...?, la respuesta es metafórica y múltiple: 1.- Para que los maestros –cada año- recuerden que significa enseñar y qué significa aprender; 2.- En las clases de natación nadie puede aprender por el alumno; 3.- En las clases de natación está bien definido quién aprende y cómo aprende, y quién enseña y cómo enseña; 4.- Si no aprendes te hundes... (cuestión de supervivencia); 5.- Nadie te puede dar copia para la evaluación, o nadas o te ahogas, o sabes o no sabes; 6.- El rol del maestro es esencial, en cuanto a indicaciones y técnicas, pero quien está nadando o aprendiendo a nadar es el alumno (muy constructivista!!!). Curiosamente esta actividad de la natación en Japón se realiza cada año, para evitar que los maestros caigan en rutinas y para refrescar o re-posicionar quien es quién en el aula.
            Este imaginativo y peculiar caso japonés sitúa con propiedad el rol, el espacio y la responsabilidad pedagógica de cada uno de los protagonistas del quehacer educativo, y a su vez permite pre-figurar una de las facetas del discurso constructivista: el aprendizaje centrado en el alumno (del cual mucho hablamos y poco aplicamos); en efecto, el maestro –dentro o fuera de la piscina- está observando y dando indicaciones, y el alumno está ejercitando los estilos y experimentando su aprendizaje en un escenario real. Al respecto, recuerdo una frase memorable de una consultora de Harvard que nos visitó recientemente, Elizabeth Imende, quien luego de visitar varias aulas concluyó: “cada aula es como un equipo de fútbol, que entrena, y entrena, pero nunca juega un partido, y esto genera frustración, ya que los conocimientos deben aplicarse a la vida real o en casos muy semejantes a lo real”. Con la alegoría de la natación: no puedes aprender en un simulador, ni asistido por computadora, aprendes en el agua superando los temores, y logrando las metas propuestas. Ojalá los maestros y maestras salvadoreñas, algún día, establezcan la analogía entre su clase regular académica y la natación, y puedan comparar y sus alumnos están a flote, de están hundiéndose o definitivamente ahogados.   

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